El género y el mal uso del castellano
"MILLONES Y MILLONAS"
El
mal uso del lenguaje castellano, se manifiesta acarreando consecuencias de un manejo
deformante, débil y ciertamente mostrenco del idioma, incorporando vicios idiomáticos
que deberán ser preocupación de la Academia y de quienes tomen en cuenta la formación
de los conductores sociales y las consecuencias a futuro.
En
Venezuela, para ilustrar con pertenencia, la aparición de modismos virales idiomáticos,
implantados desde una cúpula política, ha repercutido en que “el pueblo” sea víctima de la pobre
formación de sus dirigentes, quienes trasladan a la masa popular sus vicios como
deformantes de la lengua de Andrés Bello.
Esta
es una defensa, más que de la lengua,
del sentido común.
Presidente
o Presidenta
En
la lengua castellana, en el español, existen los participios
activos como derivados verbales. Por ejemplo, el participio activo del verbo
cantar, es cantante; de atacar es atacante; el de sufrir, es sufriente; el de
existir, existente.El participio activo del verbo ser es "ENTE".
El que es, es el ente, tiene entidad. Por esta razón,
cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción
que expresa el verbo, se le agrega la terminación “ente”.
Por lo tanto, la persona que preside, se le dice presidente,
no presidenta, independientemente de su género.Se dice estudiante, no
"estudianta". Se dice adolescente, no "adolescenta". Se
dice paciente, no "pacienta", comerciante, no
"comercianta".
Las cosas por su nombre
En Venezuela, el “hombre negro” nunca fue tan negro y menos ciudadano como cuando un
aventurero degeneró en una caricatura de político y en símbolo indestructible e insuperable de
mediocridad. Es el mismo a quien se le atribuye la debacle institucional de la
democracia y la pérdida de riqueza del país, decidió darle una nueva descripción al hombre de color y decidió apodarlo como “afro descendiente”.
Este personaje fue el mismo que quiso hacer del sexismo idiomático una bandera de su propia misoginia, su propio feminazismo.
El lenguaje construye realidades y dejará intenciones confiriéndole sentido y significado a las relaciones humanas y eso es lo peligroso de lo que ha sucedido en Venezuela ya que desde el gobierno y todo el estamento político se ha tratado de imponer una neolengua.
Este régimen, extendido
por más de 17 años, incorporó a la Constitución de Venezuela una suerte de
sexismo demagogo lingüístico incluyéndole en su contenido “venezolanos y venezolanas” y anexó en los discursos “todos y todas” y llegó a cambiar a
género femenino el nombre de algunas profesiones y quehaceres como “estudiantes y estudiantas” envés de “los
estudiantes”. O "Medico y Medica" por EL
médico y LA medico", “juez y jueza” por “EL
juez o LA juez” que manifiesta el ahorro del idioma como concepto
establecido.
La operación iniciada por Chávez y continuada por todos los jerarcas del poder no es nueva, todos los totalitarismos de la historia del mundo la han practicado.
No conforme con la expresión y alcances de sus excesos comunicacionales, modificó los símbolos patrios, cambió los nombres que con orgullo exhibían los buques de la flota nacional, de calles y avenidas, de la moneda hasta devaluarla y hacerla polvo. No sólo han alterado reglas del lenguaje y creado adefesios lingüísticos, sino que han infectado el habla cotidiana con términos marciales, tratando de militarizar la sociedad, haciendo uso de un nacionalismo y un patrioterismo patético.
Lamentablemente la sociedad venezolana y en especial sus líderes le han seguido el juego al gobierno y han terminado cometiendo los mismos disparates que se generan desde las altas esferas. Es hora de llamar las cosas por su nombre y corregir entuertos y esto incluye a los disparates en materia de lenguaje.
Hugo Chávez redefinió al idioma forzando las estructuras lingüísticas e intervino lo inimaginable hasta colocar al país en las situaciones más bizarras e inverosímiles, dignas de un nuevo y extravagante volumen de “Aunque Usted No Lo Crea”.
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