
Saboteo en ciernes
Chávez quiso estropear el debate colocando una cadena previa al mismo. No lo logró. Hasta él estaba pendiente del acontecimiento, luego de tanto tiempo de silencio y avidez democrática, de un discurso concreto, “claro y raspao”, de proyección y en contacto con el país.
Pero mientras, el gobierno raspa la olla, el nerviosismo llega a niveles de desesperación. El empeño de Hugo Chávez de aparecer con más continuidad, y luego de un insoportable periodo de promesas incumplidas, cualquier acto que lo incluya no tiene sentido.

Nadie puede escudar evidencias del verdadero estado de salud que Hugo Chávez confronta. A simple vista podemos ver que su apariencia puede provocar en él un descontrol inevitable. Su evidente inquietud puede estar relacionada a la patología nerviosa de la que es victima. Chávez no disimula el frenesí que punza su cercano final.
En un futuro cercano, le veremos forjando el ridículo incesantemente, creando episodios televisivos, comprometiendo los cuerpos colegiados del Estado y violando la Constitución Nacional, con el único fin de desvirtuar su condición y el inocultable fracaso de su gobierno. Chávez presenta un estado lastimero de lo que pudo ser una oportunidad dorada para el país y la esperanza que alguna vez él encarnó. Ya se le hizo tarde. A otro perro con ese hueso.
Es el comienzo de lo que, en los próximos nueve meses, dará origen a gestar una nueva época en democracia. Han pasado trece largos años de decepción y ruina; merecíamos esto acaso. Pronto se hará justicia. Que se preparen.
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