Extravagantes son las muestras de solidaridad por las que Hugo Chávez es conocido en el mundo, la constante es su infinita necesidad de reconocimiento en cada rincón del globo al que visita. Solo para ejemplificar esta afirmación podemos señalar que en 2008 donó 45 millones de galones de petróleo a 200 mil familias pobres norteamericanas. El costo de esa contribución fue de aproximadamente cien millones de dólares. Este dispendioso obsequio se hizo por medio de CITGO, la empresa de energía propiedad del Estado venezolano radicada en territorio norteamericano, que está empeñado en sacrificar.
Chávez transita el concierto internacional sin ton ni son, pero hará todo para incrustarse en la historia, deslumbrar a la humanidad y confirmar, a la fuerza, su calidad de ser humano excepcional. Pero Hugo Chávez no pasará de ser el tirano pendejo y utilizado del que todos a su paso hacen mofa. A su vez, Venezuela deja huella como “el más rico pueblo pobre”, agotado hasta sus cimientos por un insensato, vampirizado por "los amigos" hasta el último vestigio de su sabia, todo gracias a las extraviadas intensiones filantrópicas de un enajenado, arbitrario y populista.
Hoy día, los venezolanos, “pedimos cacao”.
La expresión “pedir cacao” data de la época de la colonia cuando el cacao era símbolo de poder y de prestigio. Pedir cacao es pedir socorro o rogar perdón, pero se utiliza en contextos variados. Se pide cacao por ambición o como clamor, invocando ayuda.
Quien “pide cacao" necesita salvar su pellejo de los acreedores o de quienes le persiguen. Un político "pide cacao" porque necesita salir de los aprietos en los que ha incurrido. Los ciudadanos pedimos cacao cuando vemos insatisfechos nuestros anhelos como pueblo.
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