lunes, 1 de diciembre de 2008

¡Vamos por ti!


El Torbellino Sudamericano está atormentado. No puede creer que el mapa defendido por sus hordas camorristas no sea el preconcebido, que el poder escape de su control marionetero. El “enemigo” ruge a las propias puertas de palacio.



A quién culpar de tan duro golpe si toda la estrategia fue suya, a quién mandonear si fue un plan preparado por el Sol de América mesmo, por el Comandante Supremo de los Ejércitos Bolivarianos en batalla abierta por la geografía nacional.
Los imposibles, que amurallaban el impenetrable cerco de su bocaza, han sido derribados.

No bastaron amenazas y proclamas escatológicas, ni decretos de guerra a muerte, ni socarronas frases clasistas llenas de racismo y apartheid. No hubo respeto a la presencia de chicos o longevos en sus arengas, convirtiendo su lengua en propia cuchilla.

Hoy, como nunca antes, el desasosiego le hace pensar que el fin está cercano el régimen sabe que ha minado nuestra paciencia, que nuestra voluntad ha sido acerada por la despiadada lucha a la que nos ha sometido. Hoy en non sanctas elucubraciones, perturbado, escucha un mascullante en su interio ¡Vamos por ti!

Las voces de la muchedumbre rugen en su cabeza atormentada. La paranoia lo asume y continua con el destrozo de los antiquísimos muebles y obras de arte, mientras vocifera ¡Vienen por mí!

Lo comprobamos ya dos veces, no es invencible, solo tenemos que ponernos de acuerdo. La Moral pronto estará de regreso y llegará el día donde la Justicia retorne.

Se comenta que ya hay quienes tempranamente, huyendo con su botín, se residencian en tierras extranjeras para no regresar. Algunos gozan de representación y protección diplomática aún. Otros desertaron antes del 23N, haciendo de Francia su nuevo predio. Pero ni todo el dinero saqueado, ni los “paleros”, ni todos los maleficios que invoquen los salvarán de ser juzgados. La Haya estará esperando y nuestra justicia les alcanzará... con la vara adecuada.


Tañerán las campanas ecos de una frase lejana y profunda en un ding-dong añejo y justo... “prohibido olvidar”. Yo levanto mi voz.

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