martes, 5 de febrero de 2008

Hasta cuándo Palmar


Asistí al acto “No mas FARC” y como todos hice el corto recorrido hasta la Plaza de la República a escuchar lo que allí se manifestaría.
Pude a la distancia reconocer la voz de quien micrófono en mano trataba de llamar a no se que cosa esta vez. Era el “Padre” Palmar.
¡Que vaina contigo Palmar!

Tengo mis reservas acerca de las motivaciones de este señor que, ahora está de este lado de la talanquera, donde quiso que los asistentes rezáramos con él un “Padre Nuestro”. Escuche a alguien desaprobándolo y transmitirlo en una expresión local... “¡Miarma y eso como pa’què!”

La condición de “sacerdote” de algunos actores políticos me han asombrado en su compromiso y desequilibrio. Quiero nombrarlos y a cada uno dedicar mi visión en su oportunidad. Son ellos los señores Ocando Yamarte, Vidal Atencio el curita de las Mercedes y el inefable Palmar.

Fue desagradable escuchar al Padre Palmar, en ocasión de las respuestas originadas a raíz del 11 de Abril, pedir a través de la radio que “los bolivarianos se armaran y salieran en defensa del Proceso y el Presidente”. Exclamaba, que no temieran nada, que cualquier acto producto de esa defensa seria perdonado... por que “Dios estaba con la Revolución”. Asombra recordar estas declaraciones que desfiguran su actual y extraño desempeño. Hasta entonces lo vi como un prelado.

Recientemente, en la madrugada del 3 de Diciembre, fui hasta la Plaza de la Republica para encontrarme con algunos amigos. Faltando pocos momentos para la señora Lucena suministrara el Primer Boletín de Resultados, el señor Palmar llegó con tres personajes que fungían de guardaespaldas. Luego de la proclama, Palmar, como en cada acto que revista oportunidad, se propuso a ser el centro de la atención de todos los que allí estábamos y le convirtiéramos en el centro de la escena, como si ese triunfo emanara de sus acciones.

Por poco lo logra. Casi sentí que debíamos agradecerle el haber luchado. como el resto de los venezolanos que acudimos a votar por la opción triunfadora. Su algarabía y proyección escénica reclamaban el aplauso y admiración de quienes allí nos congregábamos. Quise comentarle esto que conozco, para recordar su raya en el descaro, no obstante sus acompañantes no me lo permitieron.

Esta vez dijo quien sabe qué y luego pidió le acompañásemos en un “Padre Nuestro”. No lo tengo en la mira, ni le paso factura, lo que quiero es que se percate que gozamos de memoria y que tenemos presentes sus acciones y palabras. Muy presentes.


Sonrío y muevo la cabeza, es que me parece mentira. Yo lo escuché hipando sangre en defensa de la “Revo”. A menudo recuerdo el episodio del Museo Militar, y es que esos están hechos de la misma pasta... plasta dije ¿?.

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