sábado, 26 de enero de 2008

El Retablo de las Maravillas


El Retablo de las Maravillas
Dorian Garcìa G.

Por qué será que algunos extraviados quieren venderme a mí, que sufro y padezco, la "revoluciòn", como una maravilla democràtica, sin pensar que no deja de ser una mala copia de la igualmente perversa "revoluciòn fidelista". Esos agentes de la "ceguerra", si ceguerra por que son ciegos, que solo pretendiendo tener la razón, promueven la guerra y sufrimiento de los pueblos

A Dios gracias esto ya no se establecerá en Venezuela gracias a la respuesta, del 2 de Diciembre dada por los venezolanos, donde se derrotó una supuesta reforma que solo favorecía los apetitos de un individuo apatrida y de sed totalitaria. Y digo “por los venezolanos”, sin ignorar aquellos que creen serlo sin haber moderado su actitud antipatriótica y solo estar apegados a sus interese personalistas e inocultablemente mercantilistas y sesgados.

Algunos desconcertados, han expresado su apoyo al atornillamiento hegemónico en el poder, dando curso a engaños electorales que le habrían dado continuidad a un periodo de verdadera vergüenza en el devenir de la justicia y la democracia. Este ardid legalizado es mejor conocido como “dictadura”. A ellos va dirigida esta historia fabulada

El Retablo de las Maravillas es una breve obra teatral de Miguel de Cervantes (1547-1616) que relata la historia de dos estafadores que ganan dinero fácil, presentando un espectáculo en el que –presuntamente– aparecen figuras bíblicas, que saltan desde el escenario a la audiencia.

Los pícaros establecen, astutamente, los requisitos para poder ver tales maravillas: “Ninguno puede ver las cosas que en el retablo se muestran que tenga alguna raza de confeso, o no sea habido o procreado de sus padres de legítimo matrimonio”. Cuando los estafadores anuncian la aparición de Sansón y demás maravillas, ninguno de los presentes se atreve a decir que no ve nada –aunque en efecto nada vean– por temor a ser tildados de confesos o de bastardos.

En medio de esta locura colectiva, llega un soldado a pedir alojamiento; y como no es capaz de ver las apariciones del retablo, todos lo acusan de ser uno “de ellos”, es decir, confeso o bastardo. El soldado, molesto y ofendido por la falta de respeto, saca su espada y liquida a todos los personajes.

La historia de Cervantes se asemeja a la situación venezolana. En este caso, el pícaro se presenta a sí mismo como presidente legítimo, aunque haya perdido toda legitimidad en el ejercicio del cargo. El retablo es la democracia que supuestamente existe, aunque de hecho se viva en dictadura.

El estafador, conduce a la audiencia, y le promueve que sólo podrá citarse como demócrata a aquel que acepte sus reglas del juego y participe en elecciones, aunque el procedimiento electoral esté totalmente viciado. Quien se atreva a proponer un pronto cambio de gobierno por otra vía, aunque sea constitucional, es inmediatamente tildado de golpista, y corre el peligro de ser encarcelado.

Hoy nos importa que la pesadilla continúe, que se pretenda entregarle el país a las FARC y llevar a los venezolanos a un conflicto internacional. Nos incumbe que se dilapide los recursos del Estado en un proyecto mundial, en el que el mundo es tentado, y se expresa en una rebatìña oportunista y vampirezca. Sino pregúntenle a Evo, a Cristìna, a Néstor, a Daniel Ortega, al uránico Almadinejad, al aprovechado Carter, al callado Lùla y... a las inexorables FARC. ¿Verdad Fidel?

Hoy está presente la realidad de la inflación, el desabastecimiento, la inseguridad y la anarquía; los secuestros, el narcotráfico y la crisis con Colombia. Ya sucede como en la obra cervantina, pero aquí el buen soldado cumple ordenes del un rufián, que como verdugo le ordena no dejarnos hueso sano. El País hoy sale al paso, en la gestión de sus estudiantes y la estirpe de patriotas, para respirar y recomponer la historia.

Afortunadamente, vemos una luz en el túnel, mas este no es un final. Las apetencias lucen desbordadas, aún habiendo firmado un pacto los caballeros. Esta sociedad que ha aprendido la lección del desacierto, deberá provocar con cordura una adecuada respuesta. Este episodio pondrá a prueba que la Nación, constituda en 1811 como un pueblo libre y pacifico, pueda perdurar. Que la historia se escriba con tinta y evitar que sea librada con sangre. Más si es así... ¡que así sea!

El pueblo está resteado. ¡Basta ya!

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