REFLEXIONES
Dorian García G.
Los
venezolanos solíamos ver la vida tras un cristal color de rosa. Estábamos
atrapados en el espejismo de la seguridad.
Desertamos de los sueños para dedicarnos a explorar un mundo que se
abría ante nuestra juventud burguesa. Éramos los oligarcas, como suelen
llamarnos con desazón los que hoy muestran su autentico espíritu vandálico, una identificable furia roja de devastación y decadencia.
En
la Venezuela de hoy, tras 16 años de destrucción, lo único garantizado es
la muerte...
Mas los pillos no pueden ocultar el botín. Los vemos lucir sus trajes Rolls-Royce, disfrutar de viajes paradisiacos y bacanales orgiásticos sin escrúpulos. Ellos viven historias que harían de las mil y una noches un panfleto. Grafican sus acciones sin vergüenza ni temor, imbuidos de poder e impudicia. Ellos, los mismos que alguna vez repitieran el trillado y nunca creíble "ser rico es malo", o el necrológico “patria, socialismo o muerte” hoy exhiben con descaro su autentico rostro.
Estábamos embelesados en nuestra
pujante y prometedor futuro, sin contar que nos acechaban. Y aparecieron los
pícaros, los bandidos de vil entraña y desataron su rencor; un resentimiento desquiciado
que les mantiene en una macabra fiesta de poder.
Ellos saben
que conocemos de sus fechorías y se protegen. Los “revolucionarios”
vivían una quimera, y por quince años nos han dejado al
descubierto su verdadero rostro; una locura idealista y depravada. La
“revolución” no tiene moral.
Los “revolucionarios” no
ocultan sus babas ni la voracidad de apetitos. Cómo hemos podido permitir tanto atropello. Nos han
decomisado la vida. Hay que
hacer Justicia. Un Nuevo Orden es imperativo.
“Las
ilusiones son muy peligrosas… no tienen defecto…
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