El 10 de septiembre, al
cumplirse un año desde que el Hugo Chávez denunciara la Convención Americana
sobre Derechos Humanos, Venezuela se limitó a sí misma en materia de respaldo y
gestión a los derechos humanos, en todas sus instancias.
Aún cuando la sensación
internacional ha sido de desconcierto, pareciera que “los amigos de Venezuela” siguieran, sin vergüenza, el guión dictado
desde La Habana. Algunos driblan con interés planificado. Otros juegan al
desentendido, sin sospechar que pueden
ser las próximas víctimas. Hay quienes, con mirada argentina a nuestro desamparo,
participan de la bacanal de repartición de nuestro patrimonio sin vergüenza alguna.
El irrespeto a lo constitucional
y al derecho fundamental humano como esencia se constituye en antecedente. Los
casos introducidos, tanto en la Comisión como en la Corte Interamericana de
DDHH, seguirán curso normal, incluyendo el introducido por el Dr. Henrique
Capriles y la Mesa de la Unidad por el fraude cometido por el régimen en las
elecciones del 14 de abril.
De todas las joyas latinoamericanas, Juan Manuel Santos, presidente de Colombia, se ha constituido en el negociador internacional estrella al anotarse dos conquistas. La primera al vender al narcotraficante Walid Mackled y sus secretos a Hugo Chávez y la segunda al inefable Nicolás Maduro y la verdad nauseabunda que esconde su partida de nacimiento.
Eternos, yo te aviso
chirulí. Si no pregúntenle al “comandante galáctico”
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