A menos de dos semanas de conocer los resultados de la elección presidencial más esperada, la incertidumbre prevalece y el tema ha pasado por más de una conversación perspicaz.
Hay uno al que el triunfalismo de otras “batallas” ha mermado y sigue enfundado en un personaje enajenado, desorientado en un universo propio y curtido de errores. Hoy centra sus ofertas al futuro nacional en “la paz universal”, un exceso más dentro de esa descompostura irreflexiva de ideas que le es característica. Este ha arruinado a Venezuela y desaprovechado la gran oportunidad de ser recordado solo con cumplir lo que prometió alguna vez. A este le hizo tarde, la banda le toca un himno de despedida.
Está otro que, por el contrario, luce lleno de energía y que con discurso sencillo se ha apoderado de la agenda de la propuesta nacional. Este se pasea entre multitudes que le aclaman y ven en él la oportunidad y la fuerza para seguir adelante, unidos y en armonía con el progreso. La algarabía y la confianza le envuelven a su paso.
Lo cierto es que estamos en vísperas de conocer cuan conciente está el país para acertar, o fallar, respecto al futuro de la democracia, pero también sobre cuanto respeto a la Constitución, y a la voluntad popular, tendrán quien ostentan la representación institucional de los poderes ciudadanos.
Es la contienda entre un personaje que tras catorce años de manipulación, faltas de respeto, mentiras e ineptitud se enfrenta a una figura fresca, vital, de comprobado talante como demócrata además de buen gerente. Todos saben quien es este hombre, educado y competente. Él indica el rumbo a seguir.
Es la oportunidad de la democracia. Hay un camino.
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