Confundir menosprecio con autoridad pareciera una forma idiosincrática grabada en la génesis latinoamericana. Históricamente, el caudillismo ha permeado la información y autoestima de nuestros pueblos imponiendo temor e irrespeto como formas de dominación. Los venezolanos no hemos escapado a ello y vamos a remediar la muy larga situación. El péndulo está de vuelta.
“Ya el otro lanzó 14 innings,
Venezuela necesita un nuevo pitcher
Venezuela necesita un nuevo pitcher
y aquí está mi brazo fresco”
-Henrique Capriles Radonski-
En cada aparición publica, Hugo Chávez luce primitivo, agresivo y brutal. Una vez más lo demostró cuando lanzó su “programa de gobierno” esculpido al auténtico estilo y patrón de su talante hegemónico y devastador. El mundo sabe que es Chávez quien adolece de la claridad necesaria para asimilar normas e instituirse en adalid y promotor de pautas sociales.
Venezuela vio como, bajo órdenes precisas, una cuadrilla de la Policía Nacional y una horda de supuestos seguidores, acometían otra violación a las normas electorales. Fue una típica actuación de factura cubana a la que las autoridades del CNE eligen no tomar en cuenta y hacerse de oídos sordos.
El discurso de Hugo Chávez está retirado de la reconciliación y el dialogo social; Chávez no tiene “oponentes”, tiene “enemigos”. Ridiculizar al rival es su forma personal de atropello institucionalizada. Su arenga es parte de su estilo rustico de analfabeta funcional, asimilada por sus partidarios.
Pero desde nuestro lado hemos esperado lo suficiente y no tememos a sus planes. El venezolano sabe que el poder del pueblo está en el Voto. El 7-O derrotaremos sus abusos; el miedo ya es historia. Y por ello les decimos que están sobre aviso. Tendrán que entregar.
Señores… ¡no nos prueben!
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