Hugo Chávez Frías, un militar de mediano rango indultado de presidio por conspirador, logra triunfar en sus propósitos de convertirse en Presidente Constitucional de la Republica de Venezuela y con ello hacerse del poder en forma legítima. Chávez promueve, en su discurso propagandístico y de tono revanchista, un gobierno de igualdad social, sin exclusión ni corrupción, ensalzado de ideales de justicia y desarrollo que lo convierten en la esperanza del cambio apetecído.
Paradójicamente, al asumir el poder no jura hacer cumplir la Constitución, jura "cambiar a la que llama la Constitución moribunda". Nadie supone sus verdaderos planes.
La anunciada “revolución” hace sus pininos en la escena política venezolana.
Lo primero es hacerse de una nueva Constitución. En diez meses sustituye la Carta Magna a la que apoda "moribunda" por una nueva, a la medida de sus intereses, a la que bautiza como "la bicha". Refunda el Estado y lo convierte en la Republica Bolivariana de Venezuela. La historia de la democracia, que arranca con el Pacto de Punto Fijo, es desecha con una equivocación que ha colocado a la nación en un retroceso de visos dictatoriales liderado por una horda de resentidos.
Los precios del petróleo se multiplican y con ello las apetencias, los egos y los proyectos personales muestran el autentico animo revolucionario que enunciaban como “el proyecto”.
Hoy, diez años después, vemos a la distancia las diferencias. La “revolución” fracasó en el cometido anunciado, pero llevó adelante “el proyecto”, un plan sui generis, algo nunca descrito y que resultó ser propósito y apetencias de una cúpula militar sobrevenida para violar la Constitución, secuestrar la voluntad y mandato del pueblo y se burla de su esperanza.
El país se rebela ante el manifiesto autoritarismo y Chávez aplica su estrategia de sumisión, alicate y dependencia.
En el presente, las caretas se han caído, el proyecto de "cambio" se transformó en una idea fija: la reelección indefinida.
Chávez se pregunta y se responde a si mismo, como trastornado, ensimismado y viviendo en una gloria fantasiosa y que no le pertenece. La vive desde la evocación de sus heroes, de fantasmas y espectros no tan épicos, a los que llena de aventuras y laureles concedidos por su imaginación y manejo privado de la historia.
Diserta sobre cómo fue posible que el movimiento subversivo, del cual él formó parte, no haya sido detenido. Todo comenzó en el año 1978 y terminó el 4 de febrero con el intento de golpe de Estado en contra del entonces presidente Pérez:
“Desde el 78 hasta el 92, logramos crear un movimiento que no pudo ser detenido, no podía serlo porque ese movimiento no nació de un solo hombre o de tres hombres. Fue producto del fermento histórico. Eso es lo que no quieren entender estos oligarcas. Era inevitable, Las revoluciones cuando son verdaderas, son inevitables ni nadie las planifica, ellas se presentan.”
Escúchalo aquí:
La Constitución establece en forma taxativa que no puede convocarse a referéndum para aprobar una reforma que ya ha sido derrotada. Esta es una expresión de autocracia.
Hoy sus primeros asesores lo miran a la distancia y lo acusan de "fraude". Sin embargo y para nuestro asombro, hay quienes permanecen presa de una ilusión, como en un trance inexplicable que los lleva a seguir la voz del amo vociferando "patria, socialismo o muerte".
A ellos, suerte de zombis distinguibles, les perseguirá la experiencia para cobrarles con mayor contundencia. Cuando despierten de su trance, sus manos estarán vacías y adoloridas, sin saber por qué. Algunos lastimarán la realidad de su destino, otros su equivocación con amargura. ¡Prohibido olvidar!
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