La Cultura en la tiranía del siglo XXI

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Los venezolanos estamos entre la espada y la pared, entre la humillación moral y la perdida del derecho a expresarnos.
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Somos victimas del apartheid ideológico, de la censura a artistas plásticos por sus posiciones políticas, la autocensura en los guionistas de cine que aspiran al subsidio estatal, la inminente clausura de medios de comunicación, la subordinación plena de televisoras privadas para salvarse de la clausura, la instauración de un plan nacional de lectura con claro contorno de lavado de cerebros, el veto de obras de teatro en centros culturales y la estatización de espacios que congregaban a organizaciones culturales de la sociedad civil.

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Así, museos y sedes culturales son afectados, para ser colocarlos bajo control de adeptos al gobierno, quienes los fiscalizaran a nivel administrativo. La hostilidad es la carta de bienvenida, cuando los medios no considerados adeptos “al proceso” hacen presencia para cubrir la fuente.

Vivir en Venezuela es desconcertante, casi humillante. No es permisible ser cautos, cuando está en juego nuestra Libertad, actuar es lo que compete.
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Para que un gobierno merezca el apelativo de democrático, no es suficiente que haya surgido de elecciones libres sino que debe respetar, hacer respetar y extender una serie de principios republicanos elementales. El drama electoral es otro capitulo, otra burla.
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La participación y vigencia de los Medios de Comunicación es fundamental, de allí la arremetida frontal e impúdica del gobierno contra cualquier asomo crítico a sus procedimientos, amputando la opinión de los contrarios a su actitud de violencia y manipulación, y de quienes discrepan de la historia oficial. La libertad de expresión es criminalizada por el gobierno venezolano. Pero nada es eterno.

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